viernes, 19 de junio de 2009

Cuento de la farola

Cada mañana se despertaba con la explosión del tic tac del despertador, desayunaba un café recalentado en el microondas y salía a la fría mañana con las prisas en las piernas y el sueño en la cabeza.
El metro es el territorio de los rostros sin nombre y con caras tristes que mueven sus caras al ritmo del maléfico vaivén del vagón.
La mañana en la oficina es para ella pura rutina. Rocío aguantaba la bronca diaria del jefe verde por llegar dos minutos tarde a fichar y se sentaba para ponerse cara a cara junto al monitor mientras su mente comenzaba un viaje astral llegando a países imaginarios donde los sin nombre reinan y los barrenderos son nombrados alcaldes.
Siempre a la misma hora salía de la oficina para comer en una cafetería abarrotada de gente que comía mirando con preocupación la hora para volver a sus puestos de trabajos grises.
Rocío terminaba su trabajo y la ciudad de hormigón la engullía. Ahora era la hora en la que el sol también terminaba su jornada de trabajo y solo por algunos instantes veía a su amor platónico que no era otra que la luna. Ahora era el territorio de las sombras y las luces de neón. Ella caminaba despacio siempre descubriendo algún rincón donde alguna pareja se acercaba al pecado.
¿Para que encontrar un hombre?,decía que todos buscaban lo mismo,las horas en la cama,sudores compartidos y promesas incumplidas. Para eso era mejor olvidarse de buscar algún príncipe azul.
Según caminaba con sus pájaros en la cabeza y la noche se iba volviendo más oscura empezaban a salir toda las especies de la ciudad. Prostitutas se mezclaban con voyeurs, delincuentes, camellos y borrachos en las calles. Llegaba al supermercado cuando este empezaba a cerrar y compraba comida para microondas y cuando salía observaba como varias personas se peleaban por la basura que tiraba el supermercado.
Cuando llegaba a casa y cenaba se ponía a zapear en la televisión descubriendo que la guerra al oeste de África ha comenzado pero las cadenas consideran más importante que a la hija de la portera del vecino del ex novio del presidente del Real Madrid la han pillado explorando la bragueta de un marinero de tierra. Y una lagrima rodaba por el rostro de Rocío.
Apagaba todas las luces de la casa y se quedaba acompañada por la única luz de la farola de la calle y como todas las noches volvía a naufragar junto a ella por los cuentos de princesas de sangre azul,de viajes de velero a playas que no conocen la tristeza, barrios enteros que no sabían que es la melancolía y queman los restos del olvido en el asfalto. Y junto a la farola ella era feliz y por primera vez en todo el día sonreía.
Un día Rocío no llego al trabajo. Cuando la policía entro en la casa la vio en la cama y el forense certifico que la hora de la muerte había sido por la noche.
Lo que nunca dijo el periódico que en esa misma noche unos jóvenes rompieron una farola junto a su ventana. Que oyeron el ruido lógico de cristales al lanzar la piedra a la farola publica pero que también oyeron un grito ahogado en la ventana del edificio que estaba enfrente y un ruido estremecedor como si se hubiera roto un corazón o una ilusion. Nunca salió en el diario que los jóvenes salieron corriendo cuando escucharon ese ruido que parecía venir de las tinieblas.
Ese día salió en la portada las fotos del escándalo del músico que se había liado con la hija de la portera del vecino del ex novio del presidente del Real Madrid.

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