miércoles, 16 de marzo de 2011

Japón y la energía nuclear

 

S ecretaría de Politica Internacional del PCE / 16 mar 11

Desde el Parti199927_1568028601114_1247415084_31201562_7030096_ndo Comunista de España, manifestamos nuestra absoluta solidaridad con el pueblo Japonés, que ha sufrido los efectos de un terremoto devastador en un archipiélago con alto riesgo sísmico.
Este terremoto, uno de los de mayor intensidad nunca registrados, ha provocado un tsunami gigantesco, que ha afectado a varias centrales nucleares, obligando a detener trece generadores, y ha generando una autentica emergencia nuclear en la región.
Son momentos de solidaridad con el pueblo japonés, pero también son momentos de decir alto y claro que la energía nuclear es un riesgo en si misma. En los últimos tiempos el lobby nuclear se ha reactivado a lo largo de todo el mundo ante la posibilidad de aumentar sus beneficios explotando las centrales existentes más allá del tiempo para el que fueron diseñadas.
En España, tanto el PSOE como el PP se han sumado a los intereses del lobby nuclear de un modo patente tanto en sus actos, como en sus mensajes de precampaña, abogando por la nuclear como alternativa energética barata y no contaminante.
Resulta difícil, en estos momentos, analizar los argumentos de un modo serio y riguroso –científico- e incluso económico y no deja de sorprender la cascada de falsedades en que se fundamentan los argumentos pronucleares.
En primer lugar, se insiste en la media verdad de que España importa energía nuclear de Francia y que sin energía nuclear nuestro abastecimiento eléctrico estaría en riesgo. Sorprende porque en la propia web de Red Eléctrica Española (REE), puede comprobarse que el balance del intercambio comercial de electricidad con países de nuestro entorno produce un saldo final exportador.
Es inconsistente la política del miedo que asegura que la viabilidad energética de España puede ponerse en entredicho si se cierran las nucleares, ya que se pueden potenciar las energías renovables, que no sólo son más limpias y seguras sino que generan más empleo directo -68.000 empleos frente a los 3.500 de las nucleares- y además son menos intensivas en capital, es menos costoso montarlas, y por tanto son más rentables.
Además, en los últimos cinco años hemos aumentado más de un 20% nuestra potencia instalada. En nuestra opinión, con una visión a largo plazo, la garantía de suministro energético debe venir de la reducción del consumo y no de una escalada productiva que es insostenible para el territorio.
En segundo lugar, se habla de limitar nuestra dependencia energética del petróleo, pero España no tiene tecnología propia para enriquecer el uranio, por lo que en cualquier caso dependemos de otros países, en este caso Francia, para comprar el uranio enriquecido. En todo caso, deberemos seguir importando petróleo para usos no energéticos, como la fabricación de plásticos y abonos.
Existe el problema de los residuos radiactivos, que no mencionan los defensores de las nucleares, pero unos meses atrás ya se ha demostrado la incapacidad de la administración para encontrar una ubicación adecuada para el ATC (Almacén Temporal Centralizado).
Cabe recordar que la moratoria nuclear acabó en España hace unos años, por lo tanto cualquiera que pueda pagarlo puede construir una central nuclear. Si la banca o las grandes empresas eléctricas no lo han hecho es porque definitivamente no es rentable, y así lo demuestra la construcción de la planta finlandesa de Olkiluoto, con cinco años de retraso y sobrecoste del 100%.
La única manera de que una central nuclear sea rentable es que la construcción, el desmantelamiento controlado tras su vida útil y el tratamiento de residuos se asuma por la administración pública, y los lobbys nucleares se queden únicamente con la gestión de la producción y el cobro de los beneficios.
Las dramáticas consecuencias que se están comenzando a observar en la central de Fukushima muy similar a la de Garoña en territorio español, con la emisión de una nube radiactiva al exterior, deben hacer tomar decisiones valientes a los gobiernos de todos los países que mantienen operativas centrales nucleares.
Este accidente pone de manifiesto que por mucho dinero, esfuerzo e investigaciones que se realicen, la seguridad de la producción de energía nuclear no se puede garantizar completamente, y es por lo tanto, un riesgo. Un riesgo que sólo beneficia a aquellos que pretenden enriquecerse alargando la vida de las centrales más allá de los umbrales de seguridad, aún a costa de la integridad de las personas y el medioambiente.
En nuestra opinión es el momento de cambiar de paradigma energético y abandonar la producción nuclear.

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